Urfi Çetinkaya, el narcotraficante que inundó España de heroína desde los años 80, muere en prisión

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Aug 24, 2024
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Mantuvo una lucha que llegó a ser personal contra el juez Baltasar Garzón / Permaneció protegido por las autoridades de su país, Turquía, hasta 2023, cuando fue detenido / Se relacionaba con narcos de toda España, tenía personal de confianza y no dudaba en utilizar la violencia para ajustar cuentas / Construyó escuelas y hospitales para ganarse la admiración de sus compatriotas con dinero del narcotráfico
Urfi Çetinkaya ha fallecido. El capo de la droga que más heroína ha enviado a España de todos los tiempos (al menos entre los conocidos por la policía), murió esta semana en la prisión donde cumplía una condena de 24 años de cárcel que le fue impuesta por toda una vida dedicada al narcotráfico. Conocido con el alias de Topal (El Paralítico, en España), fue detenido en 2023 de forma sorprendente, porque las fuerzas de seguridad pensaban que las autoridades turcas seguirían protegiéndole hasta el final de sus días, como ya había ocurrido en el pasado. En España, Topal estuvo detrás de la gran sucesión de alijos de heroína intervenidos durante varios años, y se enzarzó en una especie de guerra personal con el entonces juez estrella contra la droga en el país, Baltasar Garzón, que compaginó esta lucha con el descubrimiento de los grandes capos de la cocaína en Galicia.

Vinculado en varias ocasiones con distintas facciones del poder político de su país y acusado en su día de sobornar a miembros de la propia fiscalía para evitar uno de los juicios contra él, sufragó los gastos de construcción de varios colegios, incluso institutos, así como de un hospital, todo ello a nombre de uno de sus hijos, Orfi Çetinkaya.
Urfi Cetinkaya estuvo vinculado policialmente al golpe de Estado de 1980 en Turquía. Años después, en 1988, acabó postrado en una silla de ruedas tras un encontronazo con las autoridades de su país. El negocio de la heroína era su vida, y a partir de entonces comenzó sus viajes por distintos países, especialmente España, donde tejió una extensa red de colaboradores, algunos de ellos compatriotas suyos y otros españoles.
"Estableció relaciones con otros traficantes y, cuando tenía confianza, se hacía cargo de su organización. Tiene muchos muertos a sus espaldas. La primera vez que lo capturamos fue en el 91, pero teníamos información sobre él desde los ochenta. Y desde entonces era el gran jefe, siempre trabajando en la sombra, sin dar la cara", describe Enrique Juárez, ex jefe de Heroína de la Brigada Central de Estupefacientes, en el libro 'Traficantes de la muerte. De la heroína al fentanilo', una de las obras oficiales de Narcodiario, los inicios criminales de Urfi Çetinkaya.
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Turmus (uno de sus socios por aquel entonces) y otros muchos ciudadanos turcos.Todos los que allí acudieron le rindieron pleitesía, lo que llevó a la policía a vislumbrar la magnitud del personaje recién llegado a España. Era el controlador, el jefe de toda la organización".
Urfi Çetinkaya tuvo que creerse intocable en su Turquía natal, donde mantuvo su residencia durante años a pesar de las órdenes de detención emitidas por Interpol. Para lavar su imagen y mantener contentos a ciertos sectores de la población, invirtió dinero en la construcción de media docena de escuelas e incluso un hospital, todas ellas con el nombre de su hijo, obras que donó al Estado otomano. Siguió el estilo de "benefactor del pueblo" que en su día hizo famoso en Medellín a Pablo Escobar, capo de la cocaína.
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Cetinkaya hizo el mismo recorrido que muchos otros capos de la droga para hacerse con una importante red de contactos en España. Cuando fue detenido tras la operación de 1991, estableció contacto con otros delincuentes, grandes aliados del narcotraficante turco a lo largo de su carrera delictiva. La cárcel fue, al igual que ocurrió con los capos de la cocaína, el lugar perfecto para atraer a nuevos socios: "Lo pusimos 'a huevo' ingresándolos en las mismas prisiones", subrayó entonces un alto cargo policial.
La droga llegaba a la Península en autocaravanas, monovolúmenes, autobuses o ruedas de tractor. De aquella época se recordará una frase de Topal, tras ser descubierto: "Ahora voy a inundar España de heroína".
 
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